Antiguamente se creía que comer nueces fomentaba la inteligencia, por la semejanza de este fruto seco con la forma del cerebro. Hoy en día sabemos que no es por la forma, sino por sus valores nutricionales. La nuez destaca por su composición en aceites esenciales con efectos científicamente probados, que mejoran la salud cardiovascular, así como la prevención de las enfermedades neurodegenerativas.
Es un árbol de cultivo milenario originario de Oriente Medio. En Europa se cree que lo introdujeron los romanos pero en nuestro país existen vestigios de su existencia en restos arqueológicos de la época paleolítica.
Ácidos grasos esenciales: las vitaminas son unos de los pocos alimentos vegetales con un contenido importante de ácidos grasos omega-3, similar al de los pescados azules. Estas grasas son importantes porque dan lugar a las prostaglandinas (tipo 3), unas sustancias que fluidifican la sangre, reducen los niveles de colesterol total en sangre y son antitrombóticas. Por todo ello, contribuyen a la buena salud cardiovascular. También contienen ácidos grasos omega-6 que dan lugar a las prostaglandinas (tipo 1) con efectos antiagregantes, reguladores hormonales y del crecimiento.
Vitamina E: las nueces son una buena fuente de este potente antioxidante, que actúa protegiéndonos de los radicales libres y, por tanto, con efecto antienvejecimiento, así como reductor del colesterol.
Vitaminas del grupo B y lecitina: especialmente vitaminas B1, B2, B3 y especialmente de B6. Todas intervienen en los procesos de asimilación de los nutrientes energéticos (hidratos de carbono, grasas y proteínas) esenciales para el buen funcionamiento del sistema nervioso. Estas vitaminas también son importantes para la formación de glóbulos rojos, la síntesis de material genético y la producción de hormonas sexuales. La lecitina es una sustancia presente en la membrana de todas nuestras células.
Oligoelementos
Cobre, Magnesio y Zinc
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